Llegados a la edad matrimonial, Moraira salió de las playas de Argel con destino a la costa levantina, residencia de su prometido, que a su vez salía a su encuentro en la isla de Tabarca.
Una tormenta perfecta destruyó ambas armadas y los restos del naufragio quedaron en la orilla, separados, aunque próximos. Con el tiempo la cabeza de él se petrificó convirtiéndose en el peñón de Ifach y la añoranza de la niña se fue fosilizando hasta transformarse en la suave playa de Moraira.
Ambos están separados, pero unidos por el mismo paisaje que los fusiona en el horizonte de levante para toda la eternidad.
1 comentario:
qué bonitas las historias que explicas Maribel!
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